The power of the first impression

El poder de la primera impresión

Una fracción de segundo es suficiente; y no es sólo una forma de decirlo; crear una primera impresión sobre algo o alguien. En un espacio de tiempo más breve que un abrir y cerrar de ojos, el cerebro humano construye imágenes que luego son difíciles de desmontar. La investigación presentada este mes en la reunión anual de la Sociedad de Psicología Social y Personalidad de los Estados Unidos indica que el poder de las ideas formadas en el momento en que pones tus ojos en una persona es tan fuerte que incluso los hechos no pueden desmentirlas fácilmente.

De esta forma, la percepción inmediata que otras personas tienen de ti deriva de toda tu comunicación no verbal: tu tipo físico, tu ropa, tu postura, tus expresiones faciales, tus gestos y tu tono de voz. Según la regla “7-38-55”, sugerida en una encuesta de lenguaje corporal realizada en la década de 1950 por Albert Mehrabian, el 7% de la comunicación se atribuye al componente verbal (lo que dices), el 38% al componente vocal. (tono de voz) y 55% al ​​componente facial (lenguaje corporal). Es decir, el 93% de toda la comunicación interpersonal no verbal se encarga de formar una primera impresión.

En el libro "Blink: El poder de pensar sin pensar", el autor Malcolm Gladwell argumenta que debes aceptar la naturaleza misteriosa de tus juicios instantáneos sin sufrir. Explica que el cerebro utiliza dos estrategias para entender una situación: una consciente, cuando piensas y llegas a una respuesta, y la otra por debajo del nivel de conciencia, más rápido, cuando el cerebro llega a conclusiones sin revelarte de inmediato. Mientras el consciente está bloqueado, el inconsciente está explorando, olfateando las porciones de experiencias y entornos para llegar a una conclusión sobre ese entorno o esa persona.

Pero y tú, ¿cómo te ves a ti mismo?

Los psicólogos llaman a nuestra propia imagen mental la autoimagen. La autoimagen positiva significa ser consciente de su fuerza e identidad internas, y brinda satisfacción y optimismo al individuo. Alguien que tiene una imagen distorsionada de sí mismo tiene dificultades para percibir defectos, errores y limitaciones, que perjudican las relaciones humanas y la consecución del éxito.

Así que cuando gestionas tu propia imagen te estás ocupando de cómo te evaluarán los demás. Requiere autoconciencia y monitoreo en todo momento. Intenta entender el mensaje que transmites con tu imagen con la ayuda de un Asesor de Imagen o incluso pidiendo feedback a personas cercanas y sinceras. El objetivo no es comunicar algo que no es cierto, sino recordar que tu actitud influye en tus emociones. Cuidar la imagen no es una futilidad, es asumir el papel único e intransferible de ser responsable del éxito de tu vida.

 

¿Exudas simpatía? ¿Tienes tu propio estilo constante de vestir? ¿Sabes cómo vestirte de acuerdo a lo que requiere tu ambiente de trabajo? ¿Sabes componer y coordinar complementos? ¿Escribes correctamente en las redes sociales? ¿Habla en un tono de voz apropiado? ¿Tienes un fuerte apretón de manos? ¿Mantienes una postura corporal erguida demostrando confianza en ti mismo? En resumen: ¿sabes si la imagen que transmites es la imagen que quieres transmitir? Piénsalo. Y recuerda: tú eres la tarjeta de presentación de ti mismo. ¡Usa tu imagen a tu favor y sé la principal motivación de tu sonrisa!

 


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